La fotografía, pues, hace que se vea algo que el ojo no puede apreciar, mostrando lo que estaba oculto a la visión. Este “inconsciente óptico” no sólo se origina en la captación de los detalles, sino además, y ante todo, en la “fijación” y captación de los movimientos. Las experimentaciones de Étienne-Jules Marey en Francia o de Eadweard Muybridge, mostraron al ojo por primera vez el movimiento detenido, algo que, en ningún instante, la retina de las personas había podido observar.
Marey, usando lo que llamó fusil fotográfico, uno de los artefactos que fue válido para el invento del cine , en una estación de fotografia montada en París, captó la movilidad de personas y animales, pero también se propuso, como hace poco ha estudiado George Didi- Huberman , dar cuenta del tiempo mismo, tomando fotos de flujos y movimientos del aire y del humo, pudiendo ir más allá del cuerpo, a su propia desintegración, al desvanecimiento de su forma, confeccionando de la luz “una sombra del tiempo” . Para Marey, la importancia no era el objeto, o el cuerpo, como su instante no visto, su tiempo perdido que, de alguna manera, gracias a la cronofotografía, era restablecido, puesto que el pensaba que, “el auténtico carácter de un método científico radica en cambiar la falta de nuestros sentidos o en solucionar sus errores”
Fuente: christian roselló