Si el navegar en un velero ya es una gran experiencia, poder hacerlo en solitario es un reto que ofrece saborearlo al máximo, al 100 %, todas las sensaciones, placeres y temores que de otra forma, con tripulación, pueden estar diluidos. La pureza de la vela, sin acompañantes que te arrebaten ese contacto mágico con el mar y nosotros mismos, seguramente solo se conseguirá navegando en solitario.

Así por lo menos se podría entender: un hombre, el barco y el mar. velero

A ellos nos dirigimos.

A los solitarios porque han elegido este modo de navegación, o en pareja que deciden saborear la experiencia. Pero además, al patrón que embarca una tripulación con poca o nula experiencia que, además, tendrá que velar para que una joven tripulación, sus amigos o su familia, naveguen con seguridad y disfrutando de la vela, sin la sensación de que el barco se les va de las manos. O al que debe trasladar el barco, entre regata y regata de un puerto a otro con un acompañante enrolado en la última hora.

La preparación

Si en los deportes la preparación del material es de importancia, en los veleros tripulados en solitario lo es en grado alto. Desde los 30 pies, con 60 m2 de vela y 4 toneladas de desplazamiento, hasta los 60 pies Open, un barco debe poseer los elementos básicos, para que una sola persona lo pueda manejar con gran seguridad y sin que le pida esfuerzos, que a las pocas horas le tenga muy agotado.

En solitario, como haciéndolo de a dos, todo debe estar planificado para un fácil manejo: los winches autocazantes deben ser de una talla correcta, tan sólo un poco mas grandes de lo que se nos recomienda, la maniobra reenviada a la bañera, un aparejo fraccionado con crucetas atrasadas y sin burdas, mordazas en el palo, toma de rizos con un solo cabo, foque autovirante, aparejos desmultiplicados … Todos estos, son los elementos de preparación que tenemos que estudiar uno a uno, para adaptarlos a nuestra manera de navegación.

Fuente: http://valenciacorporatesail.com/